anciano les esperaba.
Rafael y aquel hombre mayor se abrazaron. Se llamaba Pedro, y
fue presentado como el padre de su compañero.
-Pasemos dentro -dijo el viejo- y tomemos algo fresco.
Una vez acomodados, ante una mesa rustica, y con unas cervezas
que el hombre sacó del frigorífico, dijo Rafael:
-Voy a hablarte sin rodeos, y espero me contestes con sinceridad a
lo que te propongo. Óyeme atentamente, si después decides no
tomar parte, ni colaborar conmigo, me tienes que prometer que
olvidarás para siempre, lo que aquí se haya hablado. ¿Conforme?
-Absolutamente de acuerdo -respondió Ricardo.
-Sé por Beatriz, que Juan intenta buscar pruebas de que vosotros,
la señorita Malva, tú y la misma Beatriz, robabais junto con
Rogelio, parte de la droga que se manda al extranjero. Me ha dicho
incluso que un día pusieron su piso patas arriba, revolviéndolo todo
buscando dinero, drogas o algún documento que probara vuestra
culpabilidad en ese asunto.
-Sí, eso es cierto, pero es igualmente cierto que ni Beatriz ni
nosotros, me refiero a mi novia y a mí, estamos para nada
implicados en esa trama.
-No hace falta que me lo jures, sé a ciencia cierta que Beatriz
ignoraba lo que Rogelio hacía, él nada le contaba, aquí quiero
revelarte algo, y cuento con tu discreción, ella, Beatriz, es mi
amante; tengo lo que se dice, una relación sentimental con ella, y
temo que Juan la acuse de estar implicada en ese asunto. Rogelio
nada sabía de eso. -Rafael hizo una pausa, parecía esperar la
reacción de Ricardo a su confesión, pero éste nada comentó, sólo
movió la cabeza en un gesto que intentaba demostrar comprensión-.
La verdad de todo esto -continuó Rafael- es que Rogelio sí estaba
implicado, junto con el mismo Juan, en la substracción de parte de
los estupefacientes para su propio enriquecimiento.
-Eso es lo que yo venía sospechando -dijo Ricardo, y se le notaba
cierta alegría en el rostro, al oír que estaba en lo cierto-; pero,
¿cómo lo sabes? ¿Tienes prueba de ello?
-Naturalmente que tengo pruebas, me las dio el mismo Rogelio.
En la organización nadie se fía de nadie, pero él se confió en mí, no
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