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CAPÍTULO XIX |
Ricardo y Malva estaban muy atareados con los preparativos de la
boda. La felicidad no era completa, no podía serlo dada las
circunstancias que se habían fraguado para llegar al matrimonio,
tan deseado en un tiempo anterior. |
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De todas formas, creo que vosotros os pertenecíais hace ya mucho
tiempo el uno al otro, y os teníais que casar. Lo nuestro fue un
devaneo, motivado por unas extrañas circunstancias, que no quiero
que le deis más importancia. |
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por todas partes. |
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oficina de la fábrica. |
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En primer lugar y lo más importante era, que su vida no parecía
correr peligro. Padecía un traumatismo cerebral, producido por una
herida de consideración en la cabeza, dos costillas rotas, así como
también el brazo izquierdo. Lo más preocupante era la brecha
abierta en la cabeza que habría que operar; pero que había
esperanza bien fundada, de que no revistiera más gravedad y se
curara en un tiempo más bien previsible, y sin dejar secuela alguna
de sus heridas, quedando por completo restablecida. |
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aunque ella no se lo propusiera, era voluptuoso por naturaleza.
Sintió como una nostalgia en su interior, una extraña sensación de
haber perdido algo, que nunca más podría recuperar. Tuvo que
confesarse que la llama de su pasión por ella, aún seguía viva, y le
embargaba el alma. Pensó en Malva; quería ser honesto con ella, no
se merecía que él la traicionara; tendría que arrancarse poco a poco
a Samara de su corazón, quizá más bien de su cabeza. La verdad
era que sus sentimientos hacia Malva habían perdido algo de la
pasión de los primeros tiempos; pero reconocía que no le era para
nada indiferente, pues también la amaba, tal vez de un modo más
sosegado, más de un marido que lleva años casado, pero que sigue
queriendo a su mujer. |
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pasarías bastante mal; así que piénsatelo y modérate, que más te
vale colaborar, pues estamos llamados a trabajar juntos en
beneficio de la organización, y de esta forma, por lógica, también
en nuestro propio beneficio. Debes ser prudente, que así saldrás
ganando, y todo marchará sobre ruedas. |
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convertir igualmente en animales despiadados, por rabia y
venganza, y pagar con la misma moneda, infligiendo el mismo
dolor atroz a ti y a todos los tuyos, que el que tú me acabas de
anunciar? Te advierto que no te sientas tan seguro, sólo porque
tienes detrás a una banda de criminales. Así pues los dos estamos
avisados. Piensa que si fracasas conmigo, fracasarás también ante
tus superiores en la organización, y las consecuencias para ti serían
nefastas. |
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dentro de éste planeta luchan denodadamente por
conseguir posiciones cada vez más relevantes, que les dé poder y
riqueza sobre sus semejantes, para poder dominarlos; y para ello
recurren a todo lo inimaginable, no lo detienen ni la corrupción ni
el crimen. Él no había llegado a ese extremo reprobable, pero había
pasado indiferente ante la pobreza ajena, nada nunca había hecho
algo por ayudar al prójimo en situación de indigencia, no
acostumbraba a dar ni tan siquiera una limosna al necesitado.
Inmerso siempre en sus negocios de libros y su independencia,
retrasando la boda con la mujer que le amaba, y a la cual él le había
sido infiel. Ni tan siquiera podía decir que tuviera un amigo íntimo
y verdadero. ¿Habría acaso merecido él, por sus pequeños pecados,
un castigo semejante mandado por Dios, que le hiciera tener que
colaborar con una banda de dementes criminales? |
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En realidad se extrañaba de que ya no lo estuviera.
Notaba que no sentía ninguna animadversión por el tal individuo;
más bien al contrario, le daba, a pesar de todo su mal
comportamiento con él, pena, sentía cierta compasión, quizá
porque sabía la situación en la que se encontraba, como fiera
acorralada que no tenía posibilidad alguna de escape, ante la
inexorable persecución que sufría. Tal vez se hubiese conformado
con su suerte, y esperaba el tiro en la nuca que lo ejecutara en
cualquier momento. Procuró no mirar hacia donde éste se
encontraba. Prefería que no le viera, no quería hablar con él, ni
sabía qué aptitud debía tomar, en caso de que el otro intentara
cualquier acercamiento hacia su persona. |
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Ricardo dudaba. Había odiado a ese hombre hasta desearle la
muerte, y ahora estaba frente a él implorándole su colaboración, en
un intento de salvar la vida. El destino hace que se den las
circunstancias más asombrosas; que se produzca aquello que
parecía era lo menos probable que pudiera suceder. ¿Cómo podía
negarse a su clamorosa petición, de que hiciera algo por salvarle la
vida? Sintió curiosidad por saber de qué forma él podía hacer algo
por el otro y preguntó: |
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-Encima del armario del dormitorio hay una maleta, dentro de ella
se encuentra ese pequeño maletín negro. |
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