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CAPÍTULO IX |
Llegó el día en que tuvo que embarcarse. Sebastián y Mauricio le
acompañaban en el vuelo que duraba unas cuantas horas. |
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-Dejémoslo, la cosa no tiene mayor trascendencia, si de verdad no
has ido más allá de eso -dijo Sebastián, queriendo dar por
terminado el asunto. |
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subir a un coche, el cual partió de inmediato. |
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unos a otros; para tomar confianza y camaradería entre vosotros. |
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-¿Por qué has entrado en la organización? ¿Qué motivos te han
impulsado a ello? |
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Ricardo prudentemente-. Pienso que deberíamos volver adentro,
pues se va acercando la hora de la cena -añadió mirando su reloj. |
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en el medio social en el que te muevas. |
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aunque tampoco a todos, aunque sí a la mayoría, por lo menos en
los países más desarrollados, para que no se levanten en contra de
la clase superior, y tomen venganza y puedan rodar cabezas. Mira
lo que sucede en los países más deprimidos, allí la miseria tiene
que estar controlada por una fuerza militar dictatorial, que
mantenga a raya al pueblo hambriento, que busca su fortuna en la
emigración, donde también son explotados y prostituyen a las
mujeres que llegan buscando un trabajo honesto. Son gente sin
conciencia que pisotean la dignidad humana. Hay que combatirlos
con las mismas armas: Quien a hierro mata a hierro muere. |
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especie de secta, que todavía no sabía bien cómo
catalogarla, que se dedicaba a efectuar acciones criminales, de esto
no le cabía la menor duda, y él no podía ensalzar el bien de las
personas honradas, como la conducta que había que seguir en la
vida-. Quiero decir que de todo hay en la viña del Señor, como se
suele decir -concluyó. |
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sindicato la suerte me sonreía, me encontré inesperadamente con
aquel chico, el ladrón de aquel entonces. Iba acompañado de una
joven muy guapa que me presentó como su novia. Me invitó, y nos
sentamos en un bar a tomar una cerveza. Me contó que todo le
marchaba estupendamente; desde que la policía lo cogiera aquel día
ya lejano, fue el principio de su cambio de mentalidad y de su
suerte. Le hicieron aprender un oficio, era carpintero, le buscaron
un puesto de trabajo, ganaba un buen sueldo y tenía una novia con
la que pensaba casarse más adelante. |
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-Sabrás pues tu cometido dentro de la organización, supongo. |
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buenos combatientes de la organización a la que pertenecéis. Hay
que estar dispuestos y preparados, en buenas condiciones físicas,
para afrontar cualquier circunstancia que nos pueda sobrevenir, y
saber defendernos con las mayores probabilidades de éxito. En los
próximos días haréis ejercicios de preparación física, y estudiaréis a
fondo la doctrina y la filosofía de nuestras creencias, que debéis
preservar y propugnar hasta la muerte. |
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condiciones, deberes nuestros y obligaciones vuestra que han de
cumplirse sin discusión ni argumento en contra. Leedlo, firmadlo y
devolvedlo. Tenéis veinte minutos para estudiarlo; yo estoy abierto
a contestar cualquier pregunta que no entendáis, o que dudéis. |
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En otra hoja estaban los diez mandamientos, que él ya había oído __________ |
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recitar en la visita que hizo con Sebastián y Mauricio, en aquella
extraña villa, en las afueras de la ciudad. En una tercera hoja se leía
las obligaciones de la organización "El Anillo Rojo" para con sus
miembros: |
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En caso de fallecimiento de un miembro de la organización "El
Anillo Rojo", será su familia más directa: viuda, huérfanos, padres,
si es que existía dependencia de sostenimiento por éste, ayudada
económicamente durante tiempo indefinido. |
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cuando tengáis que viajar, y encontraros en otra ciudad con
hermanos en la creencia de la organización. Si alguien se acerca y
te dice: "La luz la trajo Lucifer", la respuesta o contraseña reza del
siguiente modo: "Nosotros somos hijos de la luz". Debéis tenerlo
en la memoria, y no olvidarlo nunca. |
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parecía no obstante que nadie se atrevía a decir nada, ni a favor ni
en contra de aquello que debían firmar, cuando lo más normal y
razonable, es que alguno de ellos hubiera caído en que no era justo
pagar con la vida, el que se atrevieran en el futuro a dejar la
organización. Precisamente ese factor, el de amenaza de muerte,
era lo que, creía Ricardo, retenía a todos el dar rienda suelta a
manifestación alguna de crítica, y preferían callar. Por el aspecto de
todos los allí presentes, deducía Ricardo que o mucho se
equivocaba, o eran gente de un nivel cultural bastante bajo;
seguramente personas en deprimente situación económica, con
perentoria necesidad de ganar dinero, y que le importaba bien poco
a qué se dedicaba, la poca honestidad, o incluso la criminalidad de
la organización. |
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organización, que ya todos sabían de memoria. |
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Yo no me alegro en absoluto, pensó Ricardo, pero dijo: |
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