pensado hacer; el beneficio que obtengas te lo puedes embolsar tú y
tus compinches, yo no quiero nada, a mí me dejáis afuera. Yo lo sé,
pero haré como si lo ignorara, y si alguna vez saliera a luz, tenéis
que jurar que Malva y yo nada sabíamos ni sospechábamos lo que
teníais entre manos. ¿De acuerdo?
Rogelio y Beatriz se miraron durante un momento, como
consultándose qué responder a la propuesta de Ricardo.
-Tú nos prometes tener la boca callada, no hacer el más mínimo
comentario nunca, en ninguna parte ni ante nadie, y lo juras por tu
honor, ¿vale? -propuso Rogelio extendiendo la mano.
Una centésima de segundo dudó Ricardo en estrechar aquella
mano que se le ofrecía, no por el trato en sí, él mismo lo había
propuesto, sino por no tener contacto físico con Rogelio, al que
interiormente despreciaba. Al fin pensó que debía de hacerlo y
estrechó aquella mano un leve instante diciendo:
-Vale, lo prometo y lo juro; pero vosotros tenéis también que jurar
que no nos comprometeréis, a Malva y a mí, en caso de ser
descubierto por la organización.
-Juramos no implicaros en el asunto, si por cualquier circunstancia
llegara a saberse.
Después que hubieron terminado de comer, marcharon juntos a la
fábrica. Una vez allí, Rogelio se empeñó en mostrarle la
fabricación de los diferentes elementos de los muebles, y de qué
forma se las apañaban para esconder la droga en ellos; los que iban
con destino al extranjero. Ricardo se resistió, no deseaba saber nada
de todo aquel entramado, pero tuvo al final que ceder ante la
apabullante insistencia del otro.
La droga, contenida en pequeñas y delgadas bolsas de plásticos,
eran sujetas con cinta adhesiva, a una finísima lámina de madera.
Otra lámina de la misma clase, cubría la primera, tapando la
cocaína, o bien la heroína. Ante, los huecos que quedaban entre las
bolsas, se rellenaban de aserrín, hasta dejar una superficie
uniforme. Unas tiras del mismo material, cerraban los cantos en
todo su entorno, quedando en apariencia como una tabla más, que
era componente de un mueble determinado.
Ricardo había notado allí, un extraño olor que no sabía definir, y
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