Ricardo intentó serenarse poniendo toda su atención en la carretera.
Si tuviera un accidente, pensó, estaría más que justificado el que no
apareciera en el lugar donde debía ejecutar el asesinato. Sería un
modo de ganar tiempo. Cavilaba qué consecuencias podría
acarrearle tal acción. Lo primero sería provocarlo de modo que no
perdiera la vida en ello; pero que quedara tan grave que tuviera que
ser ingresado en el hospital. Mas comprendía que al fin, eso sería
un intento baldío, pues además de arriesgarse a quedar malherido, o
perder incluso la vida; no conseguiría en última instancia zafarse de
lo que parecía ser era inevitable: hacer frente a lo que el destino le
había deparado. No existía por lo tanto salida alguna, ningún
escape posible para su situación; tenía que aceptarla con todas las
consecuencias que ello implicaba, rotundamente.
Eran las nueve y diez y ya oscurecía, cuando llegó a su casa.
Se sirvió una copa de coñac y se sentó. Trataba de ser dueño de su
persona, serenarse, tener sangre fría. Miró, mejor dicho, volvió a
remirar el reloj que colgado en la pared, mecía su péndulo
implacable, acercando los minutos a la hora fatídica.
Tenía que ponerse en camino. Dejaría su coche en el garaje que
tenía en la ciudad, y se dirigiría a pie al lugar de la cita con la
muerte inevitable.
Las noches empezaban a ser frías. Un ligero viento, apenas
perceptible, soplaba, que le hizo estremecerse, ¿o era quizá el
miedo que le invadía, el que se adueñaba de su ánimo?
Caminaba ahora, queriendo ser resoluto hacia el restaurante.
¿Cómo se llamaba? Ah, sí, "El rey de copa". No era un local que él
visitara, seguramente nadie habría allí que le conociera, aparte
naturalmente los personajes que formaban parte del macabro juego
que se iba a desarrollar en breve. No era cierto. Él conocía sólo a
Sebastián; pero, ¿quién era el otro, o la otra, que tenía que morir
por su mano? Él no le vería la cara; tenía que matarlo sin saber
quién era. De qué clase de persona se trataría: Mujer, hombre,
joven, viejo; qué importaba, era mejor no conocerlo, ignorar su
identidad.
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