igualmente en la autopista tras ellos.
Ricardo, que estaba sentado en el asiento trasero, se incorporó y
mirando por la ventanilla trasera comentó:
-Como me imaginaba, no creo equivocarme si digo que nos están
siguiendo.
-Relájese y no se preocupe lo más mínimo -dijo el robusto hombre
al lado suyo.
Continuó la persecución por la autopista a una velocidad moderada.
Los ocupantes del coche donde iba Ricardo, parecían aceptar de
buen grado el seguimiento del otro coche sin más preocupación.
Pasado que fueron unos diez minutos de, digamos tranquila
persecución, salió de la autopista el coche en cuyo interior se
encontraba Ricardo. Tras sus ruedas siguió, como no era menos de
esperar, el auto que todo el tiempo había sido su sombra. También
se sumó al seguimiento de ambos coches, aquel otro misterioso
tercer automóvil.
Los coches rodaban ahora por una carretera de doble tráfico.
Repentinamente, el tercer coche adelantó, en una arriesgada
maniobra, pues estaba cerca una curva sin visibilidad alguna, y se
interpuso entre el que estaba ocupado por Ricardo y el que le
perseguía, dando un fuerte frenazo a la vez, y obligando al otro
igualmente a un frenado desesperado, al tiempo que
instintivamente, y para evitar el choque, giraba el volante a la
izquierda, quedando atravesado en la calzada. Otro coche que
circulaba en sentido contrario, apareció por la curva, y sin
posibilidad de reacción por lo inesperado del caso, no pudo evitar,
a pesar de haber frenado en el último momento, colisionar con él.
En ese instante, el coche donde iba Ricardo se puso a una
velocidad desmesurada, peligrosa, así como también el coche
responsable del accidente ocurrido, que fue tras ellos.
Unos minutos más tarde, los dos coches se desviaron por una
carretera de tercer orden. Algo como un cuarto de hora después,
entraron por un carreterín que atravesaba un apartado soto, donde
pararon. Bajaron todos los ocupantes de ambos coches y se
pusieron en camino.
-¿Adónde vamos? -preguntó Ricardo, nadie le contestó, uno de
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