dorado sillón se hallaba un personaje enmascarado, vestido de
negro, cubierto con un manto rojo. Parecía un rey sentado en su
trono ante sus súbditos, pues ostentaba sobre su cabeza una extraña
corona o casco, terminado en punta de lanza. En la pared tras el
altar, a la derecha de aquel extraño trono se veía pintado en gran
tamaño un árbol, en cuyas ramas se enroscaba una serpiente.
Encima de éste dibujo estaba escrito la palabra BA. A la izquierda
de dicho trono había otra pintura que representaba la espiral del
ADN, y sobre ésta se podía leer la palabra KA.
Ricardo conocía el significado de BA y KA, pero no encontraba la
relación que pudiera tener con la representación de lo allí pintado.
Dos altos y corpulentos individuos, que se encontraban a la
derecha e izquierda de lo que podría considerarse el altar del
disfrazado, se acercaron hasta Ricardo, que ya había llegado, más
bien le habían hecho avanzar hasta delante de dicho altar. Estos dos
sujetos, sin que mediaran palabra alguna le despojaron de su
chaqueta. Alguien por detrás de él, puso sobre sus hombros una
amplia capa, negra era su mitad derecha, roja su otra mitad
izquierda.
El enmascarado personaje se alzó de su asiento, o trono, si es que
los allí presentes lo consideraban rey de algo que él ignoraba.
El silencio pesaba en el ánimo de Ricardo como una losa. Tenía la
boca seca, y un nudo le atenazaba la garganta. Allí estaba solo ante
aquella, al parecer mandataria criatura del Mal, pensaba, pues nada
bueno podía esperarse de quien ocultaba su rostro; ni de toda
aquella banda de seguro criminales, que mantenían aquel extraño
rito o ceremonia, que él se preguntaba en qué terminaría.
Hubo un momento de expectación. El aire estaba enrarecido por el
humo de los cirios, a pesar de los aspiradores que se apreciaban en
la pared, a la altura del techo, las luces de éstos proyectaban
extravagantes sombras sobre el suelo. Ricardo esperaba como una
sentencia las palabras de aquel singular jefe o dirigente.
Eran siete los peldaños que separaban del suelo, aquel más que
particular altar. Aquella singular persona enmascarada bajó hasta
donde él, rígido, permanecía de pie; se paró a poca distancia suya,
y después de observar detenidamente a Ricardo de arriba abajo,
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